domingo, 27 de marzo de 2011

La soledad del hipocondriaco y la realidad del miedo a morir

Hola chic@s,

Como ya os he comentado alguna vez, esto de "la enfermedad" en psicología-psiquiatría es cuestión de grado. Digamos que nuestras características personales se podrían situar en un continuo con dos polos en los extremos, por ejemplo introversión-extraversión y en medio un gran abanico de grises. Así que ¿dónde está la normalidad? ¿quién establece lo que es normal y lo que no?, pues en nuestro caso los señores que componen el grupo de expertos de la APA "American Psichological Association" a través del DSM "Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders" o la OMS "Organismo Mundial de la Salud" a través del CIE "Clasificación Internacional de Enfermedades".

Así si buscamos en internet en cualquiera de estos manuales los criterios diagnósticos de esta enfermedad nos encontraríamos con una sería de síntomas que ayudarían a diagnosticar e identificar este trastorno en el paciente. Bien, ya tenemos una etiqueta. Pero, si esto es cuestión de grado, que hacemos ¿metemos a todos los que se encuentren en esa horquilla en el mismo saco? ¿Y si uno está en un extremo de la horquilla y otro paciente en el otro extremo? ¿qué pasa con el tratamiento? ¿tratamos a todo el mundo igual?.

Habría que aclarar un tema muy importante en psicología y es que el diagnóstico debe ser un arma orientativa, que ayude al profesional para descartar patologías, saber por donde se mueve, ver otras posibles comorbilidades...pero nunca como algo definitivo sino complementario a entrevistas, historia clínica y personal del paciente...

¿Quién es el paciente que acude a consulta?. En mi corta experiencia como psicóloga, he podido observar que entre nosotros mismos, compañeros de trabajo, grupo de amigos, en nuestro entorno mas cercano, convivimos con personas que podrían ser diagnoticadas de algún que otro trastorno según los Manuales diagnósticos y que sin embargo, pueden hacer vida normal perfectamente y los síntomas disfuncionales que se pueden observar en ellos no les afecta en absoluto para llevar una vida como la de los demás. Significa esto que hay personas que han aprendido a adaptar sus características personales que pueden a simple vista resultar poco funcionales o adaptativas, de tal manera que funcionan bien y no les produce malestar. Sin embargo, hay otros casos en los que esto no es así y estas personas acaban en una consulta pidiendo ayuda. Vemos pues, lo poco relevante que puede a veces resultar el manual diagnóstico.

Dicho esto, ¿qué conocemos de la hipocondría?
Comúnmente identificamos como hipocondríacos a personas que constatemente están pensando que tienen alguna enfermedad, que se observan y autoexploran con asiduidad, que se pasan el tiempo hablando de enfermedades y que tienen pánico a enfermar...todo esto es cierto, pero hay mas, hay ciertos mitos que son falsos y que os voy a descubrir.
El primer mito es el que dice que el hipocondríaco es esa persona que ha recorrido miles de consultas de médicos en busca de un diagnóstico que nunca llega y que pide que le hagan pruebas y mas pruebas que nunca aportarán ningún dato nuevo. Bueno, pues esto no es del todo cierto. El somatizador consume muchos mas recursos médicos que el hipocondríaco. El hipocondríaco realmente sufre su enfermedad en soledad, esto quiere decir que es una persona que normalmente es consciente de su enfermedad, sabe que tiene un problema y la mayoría de las veces sabe que no tiene nada, pero no puede evitar pensar que va a enfermar. Realmente el miedo del hipocondríaco es a la muerte.

De esta manera lo que ocurre es que cuando un hipocondriaco acude a consulta es porque o la situación le está desbordando o ha aparecido otro trastorno que no son capaces de controlar. Por esta razón no es raro que pidan ayuda tarde (con varios años de evoución de la enfermedad) ya que piensan que esto es una manera de ser suya y que no se les puede ayudar. Es mas, delante de un profesional sienten que les toman a broma y temen comentar lo que les ocurre por si se van a reir de ellos.

¿Cómo podemos ayudar a estas personas?:

1.La hipocondría es un trastorno de ansiedad y como tal el paciente siente una gran ansiedad al pensar que puede enfermar y morir. Buscará calmar su ansiedad y una de las maneras de hacerlo es contrastando con los demás que no está enfermo. En el momento en el que se les confirma que no tienen nada, su ansiedad disminuye pero solo a corto plazo, es decir, esto no ayuda al enfermo mas bien refuerza su forma de pensar que en poco tiempo volverá a las andadas. Así pues, ante las demandas de este tipo de los enfermos con sus familiares, amigos...etc lo mejor es ignorarles, cambiar de tema, no contestarles o decirles que no se les puede contestar a esta pregunta. ¿por qué?, porque de lo que se trata es de que la persona aprenda a manejar sus síntomas, su ansiedad. No se trata de eliminar el miedo que sienten a la muerte, ya que es un miedo real, todos tenemos miedo a morir, pero no lo pensamos.

2. Los hipocondriacos por este miedo tan grande que tienen a morir tienen una sensación de futuro recortado, es como si de repente tuvieran prisa por vivir muchas cosas porque se van a morir pronto. Es importante trabajar con ellos en la elaboración de proyectos vitales a largo plazo y que disminuya esa sensación de futuro caduco.

3. Sin duda alguna, es caracterísitico de este trastorno la excesiva preocupación, para manejar esto es útil llevar a cabo una "reorganización personal" de alguna manera establecer una serie de prioridades en las preocupaciones también intentando diferenciar entre lo real y lo imaginado.

4. Como trastorno de ansiedad que es, como ya he dicho anteriormente, serán útiles las herramientas que habitualmente se utilizan en el tratamiento de la ansiedad e incluso alguna para tratar las obsesiones. A este respecto se puede proponer también dedicar un tiempo al día, por ejemplo uan hora o media hora a pensar en todo lo que nos preocupa, pero el resto del día, del tiempo no se podrá pensar nada en ello y habrá que apartar de la mente estos pensamientos trasladándolos al momento para pensar del día.

5. Por supuesto, hay que indagar en las creencias personales del sujeto a cerca de la enfermedad, la muerte etc y trabajar a nivel cognitivo en ello, por ejemplo con herramientas como el análisis de probabilidades de que ocurra lo que teme, análisis del tiempo vital empleado en preocuparse y resultados obtenidos, análisis del coste-beneficio de preocuparse...

6. Finalmente comentaros que este trastorno presenta una alta comorbilidad con la depresión. Esto quiere decir que personas que presentan hipocondría también suelen presentar depresión en un alto porcentaje. Esto tiene su razón de ser y es que al ser un trastorno, como he dicho antes de larga evolución (el paciente tarda en ir al médico) suele desarrollarse una depresíon al igual que ocurre con el estrés sostenido en el tiempo u otros trastornos.

Y aquí os dejo con esta información esperando os hay resultado interesante. Podeis añadir en los comentarios cualquier duda o sugerencia.

Fuentes de la información:
Trastornos Somatoformes: La hipocondría. A. Belloch; M. Pilar Martínez. Edit. Klinik. Madrid 2010.

Besitos a todos.
Blanca

lunes, 21 de marzo de 2011

Dedicado a mi Yaya

14 febrero de 2008
Te gustaba llamarme Blanca, porque Blanca, decías, somos las dos.

Las dos Blancas, aquí estamos, pensaba cada vez que te recogía a tí y toda tu larga vida. Y cuando echábamos andar, caía en la cuenta de lo que costaba arrastrar 97 años y un bastón.

Caminábamos despacio, despacito, con cuidado de no perder en el camino el recuerdo de aquel viaje a la playa, o aquellas vacaciones con tus mejores amigos Aurelio y Teresa, o los besos de mi Yayo cada mañana antes de salir a trabajar al campo...
Con cuidado Yaya, cuida, te decía, cuando veía asomar en tu traspiés el agotamiento de tanta vida y corriendo miraba atrás para asegurarme de que nos seguían todos, de que no se nos había caído ni uno solo, ni un solo trocito de tu larga vida.
Caminábamos siempre juntas, que bien caminábamos juntas tú y yo y nuestros 58 años de diferencia.

A veces me preguntaba como pueden caber tantos recuerdos en esa cabecita.
Y es curioso, porque siempre me decías lo mismo, sólo pido que no se me vaya la cabecica y supo guardarte la promesa, que solo se fué cuando tú deciste irte con ella.

¡Qué triste es la soledad!!!, me decías, y entonces te ponías a repasar todos tus recuerdos como el niño que repasa la lista de sus juguetes.
Lo que mas me gustaba era oirte hablar de móviles, de chat, de gays... no se te resistía nada, lo único que no se actualizaba era tu cuerpo, que poco a poco se iba inclinando buscando la tierra que lo vió nacer; a mi no me gustaba nada que fueras cediendo a la llamada a gritos de la tierra, que tiraba de tí hacia abajo; pero yo confiaba en tí y en tu tesón y te decía: "ponte recta Yaya" y en dos segundos estabas como un palo. Entonces miraba desafiante a la tierra y pensaba "déjala en paz".
Tengo que decirte algo, no me gustó que te fueras sin decirme adiós, aunque bien segura estoy de que no fué culpa tuya. Y rabio y lloro porque nadie me avisó de que te estabas yendo. Segura, estoy segura de que me llamaste a gritos, y siento no haber estado allí contigo.

Quiero que sepas, que te han perdido uno de nuestros pendientes (los que te regalé y me dijiste que ya no te los quitarías nunca) y estoy muy muy cabreada y muy triste, pero recuperaré al pobre huérfano y me haré  un anillo con él para tenerte siempre conmigo.
Vaya charlas nos pegábamos tú. No te gustaba cuando sacaba mi carácter, que no es más que el pupilo del tuyo, ya lo sabíamos las dos; seguro que alguna vez pensaste, pues si que está aprendiendo bien; sin embargo, mira, ahora todos se acuerdan de tu carácter, para bien, y en vez de decir eso de "mira que tiene carácter", dicen "qué carácter tenía esa mujer!!" con exclamación y admiración.
Quiero que sepas que estoy orgullosa de tí y de tu carácter, el que te dió tanta vida y tanta valentía para seguir adelante a pesar de tantas penurias, ahora, espero no heredar, me vale con el que tengo.
Algún día volveremos a reunirnos y disfrutar juntas y reirnos de tonterías y entonces, seguro que para entonces, ya no tendré que oirte hablar de los horrorosos dolores que la maldita artrosis te causaba y sonreirás como el día que despertaste de la anestesia recién operada de la cadera y como un niño pequeño emocionada me gritabas que ya no te dolia nada, hasta entonces se que velaras mis sueños y acompañaras los pasos que siga dando en la vida.
Hasta siempre, Yaya
Descansa en paz.